Todas las etapas



Esta civilización ha existido desde hace milenios y, naturalmente, pasó por diferentes épocas marcadas por los distintos nombres que los habitantes de las profundidades le dieron a su hogar en cada era. Podemos dividir las etapas que exploró Enkanomiya en cinco extensas fases.


La Llegada de Fanes – El inicio de una nueva era

Nos remontamos a una época muy lejana, antes del surgimiento de la humanidad y de los dioses que se conocen en el presente. En ese momento, Teyvat estaba gobernado por los 7 antiquísimos dragones, los soberanos elementales.

Un día, llegó el Primer Trono de los cielos, Fanes, el Primer Soberano Primordial, un ser de sexo indeterminado, alado y coronado, que nació de un huevo. Él derrotó a los soberanos elementales, cuyos 7 reinos se rindieron a sus pies. Más tarde, reformó el mundo en su totalidad, usando la cáscara del huevo para separar el microcosmos del mundo y del resto del universo.

El Soberano Primordial creó cuatro resplandecientes sombras de sí mismo y, junto a ellas, dio forma a todo lo que compone el mundo; el cielo, el mar, las montañas, los animales y, finalmente, su creación más preciada: los humanos. Aquellos que osaron desobedecer y rebelarse fueron desterrados a las profundidades, y los humanos firmaron un pacto con el soberano primordial, dando inicio a una nueva era. Mientras los humanos fueran felices, Fanes lo sería también.

Así dio comienzo un periodo de prosperidad y felicidad, pues los emisarios de los dioses caminaban entre los humanos, transmitiendo la voluntad divina mientras a los habitantes de Teyvat no les faltaba de nada; si había hambruna, caían lluvia y alimentos de los cielos; si había pobreza, la tierra producía valiosos minerales; si había melancolía, los cielos respondían a los lamentos humanos… Sin embargo, esta época terminó con la llegada del Segundo Trono de los cielos.


La Tierra Afótica – Orígenes del reino de las profundidades

Llegado el Segundo Trono, el conflicto resurgió, trayendo una guerra que asoló todo el continente. El cielo se derrumbó y la tierra se resquebrajó, un pedazo de esta precipitándose a las más oscuras profundidades, más allá de los océanos.

Este pedazo de tierra estaba habitado por humanos, los cuales de repente se vieron desprovistos de todo lo que tenían, pues ya no había un cielo del que lloviesen alimentos, un sol que los iluminase ni los cielos podían escuchar ya sus desesperadas plegarias. Cuando intentaron encontrar una manera de volver a la superficie, se encontraron con que los dioses los habían encerrado allí abajo y ya no había forma de subir.

A su alrededor todo era oscuridad, por eso, llamaron al lugar al que cayeron «Tierra Afótica», siendo este el primer nombre de lo que en el futuro sería conocido como Enkanomiya. Etimológicamente «afótica» proviene del griego photos, que significa luz. Si le añadimos el prefijo a, que significa negación o contrario a, obtenemos un nombre muy descriptivo para este lugar: «Tierra sin luz».

Sin el sol brillando sobre sus cabezas, el ecosistema de la tierra afótica se deterioró rápidamente; las plantas dejaron de crecer y el ganado murió tras dos generaciones, dejando a los humanos sin apenas recursos con los que sobrevivir.

Además, en las profundidades, había algo más aparte de la oscuridad eterna y las corrientes de energía tan particulares; los humanos debían compartir su espacio con unas criaturas a las que llamaron dragones de las profundidades, a las cuales no les hacía ninguna gracia que hubiesen llegado invasores de la superficie.

Un violento conflicto estalló entre los dragones y los humanos, uno para el que estos últimos no estaban preparados en absoluto, ya que los dragones estaban más que acostumbrados a la oscuridad, desenvolviéndose perfectamente en ella. Los humanos solamente poseían burdas antorchas con las que defenderse, pues enseguida descubrieron la debilidad de sus oponentes; la luz.

Pese a todo, los humanos sobrevivieron. Quizá fue por lo persistentes que son como especie, o quizá porque no estaban del todo solos…


El Reino de Tokoyo – La Diosa del Tiempo

La única que no abandonó nunca los habitantes de las profundidades fue la Diosa del Tiempo, a la que se describe de la siguiente manera:

«Ella era el momento, todos y cada uno de los momentos.

Era la medida de los mil vientos, y del sol y la luna.

Era los momentos de felicidad, de rabia, de añoranza.

Era los momentos de obsesión, pero también los de delirio».

Colección del Reino de Byakuya, Vol. II

La Diosa del Tiempo y su presencia en Enkanomiya son uno de los enigmas más fascinantes de este lugar, pues no es certero si acompañó a estos humanos en su descenso a las profundidades, pudo acceder a ellos saltándose la prohibición divina o se encontraba ya en las profundidades cuando los habitantes de la Tierra Afótica cayeron.  Lo único que podemos averiguar es que la ella no era originaria de las profundidades, ya que existen rastros de su presencia en la superficie, concretamente en Mondstadt, la nación del Arconte de los vientos.


Diferentes nombres que le dieron los habitantes

 Esta diosa recibió varios nombres durante la época que pasó en las profundidades. Uno de ellos era Kairós (en griego antiguo καιρός) quien era un dios relacionado con el tiempo, concretamente con el concepto del momento oportuno, esencial o representando un lapso de tiempo diferente al habitual.

Posteriormente, los habitantes de las profundidades le dieron otro nombre: Tokoyo.

Por eso, en ocasiones, encontramos referencias al Reino de Tokoyo – otro de los nombres de Enkanomiya -, cuya inspiración proviene una vez mas de la mitología, esta vez japonesa, más concretamente «La leyenda de Tokoyo», conociéndose así como reino de las serpientes y los dragones.

Por último, en el segundo volumen de la Colección del Reino de Byakuya, se revela el verdadero nombre de esta diosa, aunque en circunstancias muy particulares; el anónimo escriba, quien nos relata la historia de su hogar, solamente menciona este nombre una vez y lo escribe al revés, como teniendo miedo de que quede constancia de este… El verdadero nombre de la diosa del tiempo es Astaroth, un nombre de demonio.

En Demonología, este demonio es un gran duque del infierno, completando una triada junto a Lucifer y Belcebú.

Antes de convertirse en demonio, Astaroth era un serafín, uno de los rangos más altos entre los ángeles, e incluso llegó a ser un príncipe entre los tronos, otro rango alto de ángel.

Se le suele representar como un ángel caído o un hombre sentado en una criatura con atributos de dragón y serpiente, pues se dice que Astaroth puede otorgar poder sobre ambos reptiles.

Todas estas características tienen mucho sentido sabiendo lo que hizo Kairós en el reino de Tokoyo, que es lo que veremos a continuación.

Aportaciones Importantes de Kairós en Enkanomiya

La Diosa del Tiempo ayudó a preservar el Irminsul, el árbol que contiene toda la información del mundo creado por Fanes, y le dio la clave a Abraxas, ahora una sombra de tokoyo, para construir el Dainichi Mikoshi, el dispositivo que permite alternar entre el día y la noche en Enkanomiya. Veamos estas dos hazañas más profundamente:

  • Preservación del Irminsul

  El jardinero del Rey y el espíritu de los jardines reales se amaban, pero el rey quería renovar las vigas del techo del su pabellón, por lo que tuvo que talar el árbol con más energía espiritual. Este rey era la reencarnación del soberano primordial — el Rey de Reyes —, por lo que el jardinero no podía desobedecerle. Lo único que podía hacer era trasladar sus plegarias al sacerdote del rey, que resultó ser la reencarnación de Oomikami de Tokoyo.

El sacerdote sintió compasión por el jardinero y le dijo: «Ve a cortar las ramas del árbol espiritual». El jardinero obedeció y, tal y como ordenó el rey, taló el árbol espiritual.

Entonces, el sacerdote le dijo: «Planta las ramas del árbol espiritual». El jardinero alegó que se necesita esperar 500 años para que el árbol volviera a crecer, a lo que el sacerdote insistió: «Tu pensamiento resonará para toda la eternidad». Por eso, el jardinero acabó plantando las ramas en el jardín trasero de su casa. En un fugaz instante, las ramas se convirtieron en un árbol nuevo cuyo espíritu era la continuación del anterior.

Sólo la Diosa de los Momentos es capaz de llevar las semillas de este momento al pasado y al futuro

«La metáfora del árbol», Colección del Reino de Byakuya, Vol. II

Asociando los personajes del cuento a entidades que ya conocemos, podemos deducir que Fanes quiso talar el Irminsul para renovar las vigas del techo de su pabellón y fue Kairós quien, con ayuda del jardinero, hizo crecer un nuevo árbol idéntico al anterior.

De hecho, no es descabellado pensar que las «vigas» del relato podrían asemejarse a los pilares distribuidos por Teyvat, así como atribuir el «techo del pabellón» al cielo falso que reina sobre la superficie de Teyvat.

Este cuento es una estrategia empleada por Tokoyo para preservar hechos que han sido olvidados, disfrazándolos con simbolismos, similar al cuento que escribió la Arconte de la Sabiduría para preservar los datos sobre el Trotamundos cuando intentó borrar su existencia del Irminsul o al crecimiento del Nuevo Cerezo Narukami durante la segunda misión legendaria de la Arconte de la Eternidad.

De esta hazaña, podemos concluir que la Diosa del Tiempo podría haber sido una entidad cercana a Fanes, retomando así su similitud con Astaroth, un demonio conocido por ser un gran duque del infierno y un antiguo ángel importante, pero para sacar más detalles sobre esta cuestión sería preferible consultar el apartado de teorías.

  • Creación del Dainichi Mikoshi
Dainichi Mikoshi
El Carruaje de los Dioses
Mecanismo para cambiar de Noche Blanca a Noche Infinita
Noche blanca
Noche infinita

 Kairós enseñó al primer sabio Abraxas cómo traer de vuelta el sol, metafóricamente hablando.

Abraxas, también conocido como Aberaku, fue el constructor del Carro de Helios, el Dainichi Mikoshi. Este enorme edificio se inspira en una antigua leyenda que afirmaba que lo que movía el sol y la luna en el cielo era «El carruaje de los dioses». Por eso, «Dainichi Mikoshi» significa «El carruaje del sol», y así, el mecanismo que permite cambiar entre la Noche blanca y la Noche infinita recibió el nombre de «Brida dorada».

Gracias al Dainichi Mikoshi, la luz volvió al Reino de Tokyo y se pudo establecer un ciclo artificial de día y noche.

La consecuencia más directa de esto fue que los humanos obtuvieron una enorme ventaja frente a los dragones de las profundidades, los cuales odiaban la luz. el conflicto entre ambos trajo consecuencias que resultaron nefastas a largo plazo.

Dragartos de las profundidades

Una vez construido el Dainichi Mikoshi, la Diosa del Tiempo desapareció por completo de las crónicas de Enkanomiya para no volver.

El Reino de Byakuya – Los hijos del sol


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Una respuesta a «Todas las etapas»

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